La imagen del valle de Núria, en el Ripollés y en el término municipal de Queralbs, rodeada -la estación- por imponentes montañas de casi 3.000 metros, llena de nieve, casi un palmo o varios dedos, parece a estas alturas, julio y después de un mes de junio de los más tórridos desde que se tienen registros y en concordancia -desgraciada- con los pronósticos del cambio climático, irreal. Pero no, fue cierta y llamativa. De hecho, justo durante las semanas siguientes, en los meses de abril y mayo, el volumen de precipitaciones hizo que se abandonara por primera vez en tres años la alerta por sequía en Catalunya. Volviendo a Núria, se puede llegar en un cremallera -ferrocarril- que supera un desnivel de cerca de 1.000 y tiene un recorrido de más de 12 kilómetros, desde una de sus principales paradas en la falda del Valle, en el municipio de Ribes de Freser (donde también merece la pena echarle un vistazo. Si se pierde el tren, los tiempos de espera -que pueden superar la hora en temporada baja-, así lo facilitan y casi aconsejan).
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