Pakistán, al filo del abismo

Pakistán es un país complejo, lleno de matices y muy alejado de cualquier aproximación simplista o que pueda sintetizarse -como en este texto- en unas pocas líneas. Guarda unas relaciones de vecindad difíciles, rodeado por Afganistán e Irán, con los que comparte frontera, pero sobre todo por sus delicadas relaciones con India, desde la partición del Imperio Británico en 1947; y con una relación también muy complicada y sensible con Occidente -y en especial, con Estados Unidos, tras su campaña de 2001 después de los atentados contra las Torres Gemelas, con la población muy dividida y polarizada-. Y sin olvidar, por supuesto, los intereses chinos que tampoco se olvidan de aquella parte del mundo. Los actores, por lo tanto, son muchos. A lo que añadir, desde su independencia y a largo de su historia, varios y habituales golpes de estado militares que han puesto en jaque su frágil y poco asentada democracia, que cada vez se ha visto sacudida y tambaleando cada pocos años. El Ejército, como es casi vox populi, es una especie de poder en la sombra, moviendo sin demasiado disimulo los hilos entre bambalinas.  Y la mujer sufre una situación como pocas en el mundo, víctima seria de discriminación y lejos de la igualdad de oportunidades, derechos y trato. La religión musulmana, en este sentido, lo impregna todo y los elevados niveles de corrupción y altos índices de analfabetismo facilitan que retos como el de los talibanes encuentren terreno abonado para sus ideas extremistas a través, sobre todo, de las madrasas o escuelas coránicas Sin duda, Pakistán presenta un escenario para nada sencillo. Eso sí, es un gran país en dimensiones, población y recursos, que -ojalá- pueda tener por delante un futuro lleno de buenas y crecientes posibilidades.

Leave a comment