Es una de las ciudades más antiguas del Planeta (data del año 3.000 a.C., con los jesubitas) pero, si por algo es conocida y destaca, es por su dimensión religiosa. Su peso específico en este apartado no es equiparable a ninguna otra del mundo. Es lugar sagrado para las tres grandes religiones monoteístas, con especial significación sobre todo entre el cristianismo y el judaísmo. Aunque tampoco se queda corta entre los muslmanes.
Para los cristianos Jerusalén es el lugar donde Jesús predicó, fue crucificado y donde se produjo la resurrección mientras que para los judíos es la capital del viejo reino de Israel gobernado por David, donde se encontraba el Templo de Dios, en el que el patriarca Abraham dio a su hijo Isaac en sacrificio. Para los musulmanes, la mezquita de Al Aqsa, con su Cúpula de la Roca, fue el lugar desde donde el profeta Mahoma ascendió al Cielo. Es el tercer lugar más sagrado por detrás de La Meca y Medina. Su significación, por lo tanto, es enorme, evidente y palpable. Desde mediados del siglo pasado las disputas entre Palestina e Israel por el gobierno en mayor o menor medida de determinados barrios y zonas de la ciudad ha llevado a momentos de mucha tensión y de duros enfrentamientos.
La Ciudad Vieja, Old City en inglés, guarda todos esos lugares y es por ello habitual y constante la presencia de seguridad en toda esa parte de Jerusalén -la más interesante- aunque tampoco es pesada. La Iglesia del Santo Sepulcro, el Muro de las Lamentaciones, la Mezquita Dorada, sus calles y las distintas rutas que se pueden seguir son los grandes monumentos para visitar al margen de otros lugares como el Museo Judío o el Monte de los Olivos.
Hoy su población se mueve sobre el millón de personas. Situada a unos 600 metros por encima del nivel del mar (630 metros), llama la atención precisamente por localizarse en alto (algo poco habitual en las ciudades que acostumbran a estar en valles, cerca de ríos o el mar, por razones obvias).