Puede que sea (casi con toda seguridad) una de las ciudades más importantes del mundo, milenaria, tanto por historia como en la actualidad. Supone un puente, conexión entre Oriente y Occidente, situada en el estrecho del Bósforo entre los mares de Mármara y Negro. De mayoría abrumadoramente musulmana, es también una urbe altamente poblada, con más de 15 millones de habitantes, la cifra más alta de Europa. En el pasado se ha llamado Bizancio y Constantinopla y ha sido capital de enormes y trascendentes imperioso como el Romano de Oriente y el Otomano. Hoy por hoy es visagra entre dos grandes áreas de influencia y ella en sí misma es sabedora de su gran papel protagonista. Visitarla es, por lo tanto, pisar unas calles con peso y poso. Desde allí, en parte, se mueven en cierta medida los hilos del mundo, que conectan hacia todas partes y en especial al mundo árabe, sobre el que tiene remarcable ascendencia.
Su centro histórico fue declarado a mediados de los años ochenta Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Destacan, sobre todo, las mezquitas Azul y de Santa Sofía o el Palacio Topkapi, pero para nada se quedan atrás el Gran Bazar (interior y exterior, llamativo y muestra del carácter comercial de estos pueblos), así como toda la zona del embarcadero, el puente o la Torre Gálata. Es atractiva y llena de estímulos. Es lógico y normal que tanta gente quede prendada de ella y con ganas de repetir.