Este verano (2019) las cifras hablan o evidencian un incremento de la delincuencia, muy especialmente en el centro de la ciudad, traducido sobre todo en un aumento de los hurtos y robos con violencia, y en unas inusuales cifras de homicidios concentrados especialmente en estas semanas de verano. Los políticos y máximos responsables tanto del Ayuntamiento como de la Generalitat en materia de Interior y Seguridad no acaban de ponerse de acuerdo en el uso del término preciso y si éste debe o no ser el de “crisis” o “urgencia”. La realidad, en cualquier caso, es que desde hace ya un tiempo la ciudadanía sitúa a esta cuestión como su mayor preocupación por encima incluso del acceso a la vivienda o el paro.
El robo al embajador afgano en España de visita en Barcelona o la muerte de una diplomática surcoreana tras ser atacada han sido dos de los casos más sonados (en el caso del representante afgano por la sustracción de un reloj valorado en 70.000 euros), así como las operaciones desarrolladas por la Guardia Urbana, Mossos y Policía Nacional de forma conjunta tanto en el metro de la ciudad como en el centro para la detección sobre todo de ladrones multireincidentes. Uno de los lugares, precisamente, donde más se localizan este tipo de problemas es el centro, muy concurrido de turistas y que se enfrenta a su vez a una difícil situación denunciada por los vecinos por la existencia de narcopisos, robos, agresiones, presión inmobiliaria, suciedad e incivismo en espacios tan emblemáticos como la Rambla del Raval o la plaza del Macba, copada por los skaters y que es también foco de tensiones. El problema es complejo y de ahí que, desde las instituciones, se enfatice que requiere un enfoque múltiple tanto desde las vertientes de seguridad como social y educativa.