Lo primero, hay que ponerse en contexto. El libro está escrito en 2002, poco después de la intervención militar de Estados Unidos, la expulsión de los talibanes y los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York en septiembre de 2001. Asne Seierstad, periodista noruega, reportera de guerra y escritora, decidió viajar a Afganistán y establecerse en Kabul en febrero de aquel año. Lo hizo mediante un formato original, peculiar y distinto. Conoció a una familia más o menos bien situada, burguesa (para los estándares del país), que hablaba mayoritariamente inglés (la autora no dominaba el dari) y decidió vivir unos meses con ellos.
Lo hizo, asegura, en buena medida favorecida por su condición de mujer. Gracias a ello, transformada, asegura en el libro en una especie de ser “hermafrodita”, pudo tener acceso tanto a hombres coma a mujeres de la familia. El clan de los Khan, señala, no era una familia típica ya que muchos sabían leer y escribir, no pasaban hambre, no les faltaba dinero y algunos habían recibido cierta educación. El sultán regentaba varias librerías en la capital afgana y difrutaba de una posición relativamente acomodada. No osbtante, había sufrido reveses dramáticos durante los gobiernos comunista y talibán cuando en ambos casos le queramon la librería. Durante el gobierno de los mujahidines, entre ambos, también se la arrasaron. Durante parte de esos periodos, algunos de sus hijos fueron enviados por el sultán a Pakistán, a Lahore, para poder seguir con sus estudios.
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Se trata de un libro que permite conocer desde dentro los avatares de esta familia, que a su vez facilita la aproximación a realidades que, desde nuestra óptica, parecen difíciles de entender. Y probablemente la que más cueste sea la situación de la mujer. En algunos pasajes las frases son demoledoras. Cuesta comprender que una chica no pueda salir sola a la calle, que tenga que hacerlo siempre acompañada por un hombre y que se le nieguen aspectos tan normales y necesarios como la educación. No sucede en todos los casos pero sí en muchos. También extraña y es grave que se case a niñas recién entradas en la adolescencia con hombres que les llevan veinte o más años y que en ocasiones pueden ser incluso familiares más o menos cercanos. Los hombres pueden tener más de una mujer, realidad que en este libro sucede y que es vivida por la hija de mayor edad como una cierta deshonra. Más, porque en este caso se trata de una familia con una cierta educación. La autora, que utiliza en el libro pseudónimos para preservar el anonimato de sus personajes, escribe en las primeras páginas:
“Siempre me irritaba la misma cosa: la forma como los hombres trataban a las mujeres. La superioridad masculina estaba tan extendida entre ellos que raramente se ponía en duda”.

También en esta línea Seierstad vive la experiencia en primera persona del burka, del que asegura que se trata de una pieza incómoda, “que te aprieta la cabeza”, hasta hacerte daño, que dificulta mucho la visión a través de la red que queda delante de los ojos y que da mucho calor “haciéndote sudar” fácilmente. Aún así, afirma que prefirió llevarlo para:
“…que me dejaran en paz: una mujer occidental por las calles de Kabul atrae la atención de una manera indeseable”
El engaño, la mentira, la violencia, la injusticia y muchas otras circunstancias también aparecen a lo largo de esta obra, que en su momento tuvo una gran aceptación entre los lectores, ganó el premio del año de los libreros noruegos y fue traducido a una docena de idiomas. Nosotros lo leímos en su versión en catalán, aunque puede encontrarse sin problemas en castellano. Se trata de una buena obra que permite conocer más de cerca la realidad de Afganistán que, por desgracia, pese al paso ya de unos cuantos años tampoco ha mejorado demasiado desde entonces. //