La Costa Brava y el Alt Empordà son zonas muy admiradas por todos sus visitantes y también por sus vecinos. Razones sobran para ello. En nuestro pequeño periplo por esta zona, paramos también pese a la hora ya avanzada, en Cadaqués, uno de los pueblos más conocidos y probablemente bonitos no solo de Catalunya sino casi con toda seguridad del conjunto del país.

Según leemos su origen es medieval, aparece citado por primera vez en un documento sobre el año 1.000 d.C. y queda algo aislado del resto del territorio por su particular localización entre poderosos macizos de roca. Vive, en cualquier caso, su gran desarrollo económico a partir del siglo XVIII, especialmente gracias al cultivo de la vid, olivo y también a la pesquería. Fruto de todo ello y también favorecido el comercio de vino por la crisis de la filoxera en Francia, su población crece durante ese periodo aunque lo hace de forma más o menos tímida y de manera irregular ya que la propia área de Cadaqués también sufrió del mismo mal que sus vecinos galos. Ello conllevó importantes emigraciones hacia América -y en especial, hacia Cuba-.

Así, la población pasó de 708 habitantes en 1718 a 2.418 en 1860, para después perder fuerza y retroceder hasta 1.557 habitantes en 1900 o 1.078 en 1960. El desarrollo del turismo y de la actividad residencial hace que hasta 2005 el censo creciera hasta los 2.623 ciudadanos. Hoy, la pesquería ya no tiene el peso que históricamente tuvo, sustituido por otras actividades como, sobre todo, la construcción y como ya se ha dicho también el turismo, que se ha convertido en el gran motor de crecimiento económico de las últimas décadas.

De sus orígenes queda todavía parte de la muralla original aunque formando parte del actual Ayuntamiento y es también interesante visitar su centro histórico para descubrir su particular pavimento hecho en buena medida a partir de piedras recogidas cerca del mar. En lo alto de la colina, destaca la Iglesia de Santa María, empezada a construir durante la primera mitad del siglo XV, de estilo gótico tardío y que ofrece unas preciosas vistas sobre el pueblo. Pero si un personaje se asocia a Cadaqués, éste es el artista Salvador Dalí, que vivió en la muy cercana bahía de Portlligat desde los años cuarenta y hasta 1982, cuando murió Gala y el pintor se trasladó al castillo de Púbol.

Su presencia en Cadaqués es muy visible en lugares centrales como la propia playa, con una estatua bastante grande, que le rinde homenaje y que no pasa desapercibida como muy posiblemente fuera la intención al colocarla. De hecho, nosotros, como muchos otros visitantes, nos dimos prácticamente de bruces con ella apenas puesto un pie en una de las zonas más frecuentadas del pueblo como es el paseo marítimo. En nuestro caso, por la hora, la estatua y el horizonte se veían envueltos en una bruma muy especial que le confería al entorno un aire casi mágico.

Durante nuestra visita encontramos en un par de veces los escaparates de oficinas inmobiliarias. Sin saber demasiado sobre el sector pero intuyendo por donde podían ir los precios, no nos llevamos ninguna sorpresa al ver las cantidades que se pedían y que fácilmente podían estar muy por encima del medio millón de euros. En cualquier caso, sí está al alcance de muchos y forma parte de los gustos e intereses de muchas de las personas que aquel día coincidimos por sus calles pasear y dar una vuelta. Nosotros acabamos la visita a este precioso pueblo en el Casino, reconvertido en café, donde al fondo los más jóvenes se entretenían con el billar y los más mayores competían en las mesas con las cartas. Nosotros dimos por concluida la jornada con sendas tazas de café y chocolate, buenas, sabrosas, y en un entorno ideal y muy creativo. //