Javier Reverte es uno de los escritores españoles de viajes más importantes de las últimas décadas. Nosotros hemos leído recientemente uno de sus libros, que puede que no sea ni el más largo ni el más conocido (aunque no lo sabemos ) pero trata sobre uno de los países que marca la actualidad y el ritmo del mundo como es China. El autor realiza un pequeño periplo (en días, no en quilómetros) por el ‘dragón asiático’ para desplazarse desde la capital, Pekín, pasando, por el Tíbet, siguiendo en buena parte el recorrido del río Yangtsé y acabando en Shanghai.
Acompañado de un amigo y una intérprete china (la historia entre ellos tiene algo de miga) el autor nos describe en cada una de sus paradas sus impresiones, muy personales pero también muy bien escritas (y para nada ampulosas o recargadas, cuentan con la parte descriptiva justa y necesaria). Así, de algún modo, vamos descubriendo el país a través de su mirada para encontrarnos con un lugar que está creciendo a una velocidad extraordinaria pero que no está mirando demasiado cómo lo está haciendo. Hace buena la expresión “la fábrica del mundo” pero también hay que añadirle cada vez más una componente tecnológica muy avanzada y que hace que hoy por hoy ya cuente con algunas empresas de referencia, como probablemente seguirán surgiendo en el futuro gracias a un potencial demográfico amplísimo y casi inagotable. En el libro, en cualquier caso, se explica cierta falta de sensibilidad medioambiental (que parece que poco a poco va subsanándose) y cierto distanciamiento o desapego hacia su historia. De ahí, puede que el título del libro: “Un verano chino. Viaje a un país sin pasado”.

En este sentido son muy interesantes los distintos pasajes o paréntesis de tipo histórico que Javier Reverte incorpora a su relato y que nos permiten enriquecer la visión que nos vamos construyendo de la China actual y pasada. Mae Zedong tiene un peso específico evidente y obvio dada su enorme relevancia durante el siglo XX. Especialmente determinante nos parece la parte correspondiente a la Gran Marcha de los millones de soldados comunistas a comienzos de los años treinta, con gran pérdida de vidas humanas y que aupó al ‘Gran Timonel’ al frente del movimiento. La particular relación con el Tíbet y los gestos y acciones más o menos claros encaminados a una asimilación social y cultural, así como el caso particular de Taiwán tienen también su protagonismo aunque no excesivo.

Reverte equilibra muy bien la parte más ‘viajera’, de crónica, con la histórica, social, económica… Al final la sensación en todo momento es que estamos ante un libro de viajes y no ante un ensayo sobre la China actual (cosa que en este caso y ante este tipo de libro se agradece porque permite una lectura ágil, entretenida pero también nutrida de los datos que requiere). La impresión es que para el autor se trata de una buena experiencia pero no necesariamente de un bello país. La propia intérprete, de origen chino aunque habla castellano tras una estancia en nuestro país, redunda precisamente en este punto con varias expresiones que aparecen a lo largo del libro. La excepción a todo ello sí parece, en cualquier caso, que la encontramos en Shanghai. Ciudad enorme y de grandes contrastes, Reverte parece sucumbir al encanto de esta ciudad, gran centro comercial de la China continental, con un pasado al servicio de las potencias coloniales durante el siglo XIX y comienzos del XX y que hoy es una de las grandes megaurbes mundiales. En resumen, buena y ágil lectura que permite sirviéndose asimismo de un buen nivel literario acercarnos a uno de los países que marca hoy la agenda actual. Y que casi con toda seguridad seguirá haciéndolo en el futuro. //