Es la segunda ciudad más importante del país vecino, tras Lisboa, conocida también como “la capital del norte de Portugal”, con una población moderada sobre los 200.000 habitantes (y, por lo tanto, de tamaño justo para una escapada de dos o tres días) y una distancia bastante próxima (a unos 150 kilómetros de Galicia). Destaca por sus seis puentes -especialmente, el de Luis I, obra de un díscipulo de Gustave Eiffel-, que es espectacular y está considerado como uno de sus grandes símbolos, junto a la zona pesquera del puerto, a orillas del río Duero y a tocar prácticamente de su desembocadura en el Océano Atlántico. En lo alto, sobre una de sus colinas llama la atención la Torre de los Clérigos, de más de 70 metros, barroca, del siglo XVII, y dicen que visible desde el río, sirviendo desde entonces com guía, punto de referencia, para los navegantes. Su estación de tren (de Sao Bento), el edificio del Ayuntamiento, la zona de bodegas (al otro lado del río, en la parte de Vila Nova da Gaia) o una librería (de Lillo e Irmao) asociada al mundo de Harry Potter e incluída entre las más bonitas del mundo son solo otros de sus grandes atractivos, por no hablar de la comida y, sobre todo, su pescado.