Es uno de los grandes tesoros geológicos y naturales de Navarra, muy cercano también a la Foz de Arbayún, que hay quien compara dando a una u otra como vencedora. Aunque para gustos… ya se sabe. Ésta, la de Lumbier, en el término municipal del pueblo del mismo nombre (a unos 50 kms. de Pamplona) y cogiendo un desvío en su entrada y con una zona de aparcamiento a unos dos kilómetros, aúna muchos atributos: a los naturales, ya de por sí imponentes, suma la presencia y aportación humana, que le añade un ‘extra’ también interesante para este tipo de salidas.
Esta Foz ofrece dos tipos de recorridos: uno más largo, circular, de unos seis kilómetros y un desnivel de algo más de 170 metros, que se realiza en cerca de unas dos horas; y, una segunda versión, más corta, lisa, adaptada, que se completa en sesenta minutos y se reduce a unos dos kilómetros pero incluye, en cualquier caso, las partes más interesantes. El primero es algo más abruto, tiene más parte de montaña y algunas panorámicas bastante bonitas sobre la sierra de Leire. Ambos, de todos modos, pasan por una senda, muy transitable al lado del río Irati y dos profundos, oscuros y silenciosos túneles que representan curiosas y atractivas experiencias.
De la parte natural, impresiona cómo el río ha generado este cañón, de unos 1.300 metros de longitud, entre escarpadas paredes de piedra caliza de tonos ocres y grisáceos y de espacio estrecho. En las alturas, destaca de vez en cuando la silueta de otro de sus puntos más llamativos y que hacen de esta excursión más que recomendable: la presencia de una colonia más o menos estable de buitres leonados y de algún que otro quebrantahuesos. Se habla también de jabalíes, zorros o tejones pero éstos son muy huidizos y difíciles de detectar.
Cerramos, en cualquier caso con los dos elementos que hacen de este paseo una vivencia singular, como son sus dos túneles: sin iluminación artificial y que hacen de la linterna un elemento casi imprescindible. Metidos de lleno en sus entrañas, la oscuridad llega un momento que es total. Con acceso por los dos costados, es fácil y habitual oír voces antes de saber desde donde proceden o a qué distancia se encuentran. No es peligroso, si bien no hay que olvidar que también pueden circular bicicletas. El móvil, en cualquier caso, resuelve cualquier duda y la papeleta, minimizando riesgos a su expresión más básica.
Viniendo desde el aparcamiento, el primer túnel tiene 167 metros de largo y el segundo, 206 m. Se construyeron en 1911, inicialmente para bajar en tren la madera pirenaica hacia Zaragoza y más allá. En la práctica, se usó sobre todo para el transporte de viajeros hasta 1955. Fue, según leemos, el primer tren eléctrico de la Península. Impacta, in situ, hacer un ejercicio de imaginación para admirar el ingenio y el enorme esfuerzo humano e industrial que hubo detrás de tan tamaña obra. Por cierto, otro lado por el que bajaba la madera desde los altos valles era por el río Irati. Los responsables eran los almadieros: hombres, descritos en el folleto informativo de esta Foz, como “rudos y curtidos”.
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