En El Prat de Llobregat, ‘disparando’ a los aviones

Antes del confinamiento, de que las cosas se pusieran grises o negras, que se se decretara el Estado de Alerta – por primera vez en democracia en España- tuvimos la oportunidad un fin de semana de acercarnos a uno de los lugares que en los últimos años más se está poniendo de moda, con infinidad de seguidores tanto aquí como por por todo el mundo. Fuimos hasta las cercanías del aeropuerto de El Prat, al lado de Barcelona y cuando todavía el transporte aéreo se movía con normalidad, para descubrir un espacio y una práctica –spot photo– francamente muy interesante y muy espectacular.

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El espacio se encuentra en el Parque Natural del Delta del Llobregat, una zona de 145 hectáreas repartidas entre los municipios de El Prat de Llobregat, Gavá, Viladecans y Sant Boi, de gran riqueza ecológica y todo un ejemplo de recuperación natural encomiable y que ha retornado a esta zona parte de su valor, fundamental para este paraje donde abundan decenas de especies de fauna y flora y que destaca, también, como parada necesaria y puede que casi obligatoria en  las migraciones de muchos pájaros desde el norte de Europa hacia el más cálido sur en África. En ese entorno es donde se encuentran algunos miradores para disfrutar del despegue o salida de los aviones, que en el caso de El Prat se producen apenas cada dos minutos. En 2019 registró más de 50 millones de pasajeros y se espera que en no mucho tiempo alcance su máximo (la capacidad límite de esta infraestructura está algo por encima de los 55 millones).

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Desde uno de esos puntos de observación de aviones, llamado Mirador 25R (por el nombre de la pista del aeropuerto, justo enfrente), pudimos disfrutar del aterrizaje de muchos aparatos, sorprendentemente de forma bastante silenciosa pero que dejaban  unas imágenes increíbles, espectaculares. Nos pasaban literalmente por encima para posar con suavidad sus ruedas sobre la pista. Panzas y tamaños colosales que vistos desde esta perspectiva, extrañamente, parecían más terrenales. Incluso, sus potentes motores distaban de los extraordinarios reactores que son. Se normalizaba todo algo más. En cualquier caso, experiencia poderosa. Según leemos, El Prat cuenta con tres pistas aunque para uso diario son básicamente dos: una especializada para los despegues y la otra para los aterrizajes. La tercera se usa para aterrizajes pero en este caso nocturnos.
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Sobre la ‘spot photo’ leemos que es una afición extendida por todo el mundo que practican los amantes de la aeronáutica, armados con bolígrafo y prismáticos -y cada vez más, réflex y llamativos teleobjetivos- para registrar matrículas, diseños de fuselaje, companías raras o que no operan habitualmente en determinados aeropuertos o muchas otras circunstancias. Incluso son capaces de destinar días de vacaciones para viajar a otros puntos del planeta para seguir disfrutar de esta pasión. En El Prat, durante nuestra visita, seguro que entre los muchos que alli nos encontrábamos, muchos formaban parte de esta peculiar y especializada ‘tribu’. También, en cualquier caso, había muchas familias, niños, parejas… Gente divierténdose con el espectáculo y que antes o después también aprovechaban para dar una vuelta por toda esa zona, perfecta para dar una buena vuelta, practicar deporte… Bicis, gente corriendo…

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