Vitoria-Gasteiz, inspiración para la segunda parte de “Los Pilares de la Tierra”

Reducir a la capital de Euskadi, de más de ocho siglos de historia, cerca de 270.000 habitantes, sede del parlamento y gobierno del País Vasco, destacado cruce de caminos entre la Meseta y Francia y punto de paso destacado del Camino interior del Norte de Santiago es por supuesto un reduccionismo que para algunos puede ser excesivo e injusto. Lo cierto, en cualquier caso, es que la huella del escritor birtánico de “Los Pilares de la Tierra”, Ken Follet, en esta urbe de la provincia alabesa es más que incuestionable. De hecho, en la parte trasera de la oficina donde se reserva la visita a la Catedral de Santa María se localiza una escultura a tamaño natural y gran realismo que recuerda que el novelista se inspiró en la catedral para la escritura de la segunda parte de esta saga de constructores de catedrales de extraordinario éxito internacional y millonarias ventas.

La Catedral, por cierto, uno de los grandes reclamos y uno de los imprescindibles de esta urbe, es francamente potente e interesante. La visita, guiada, además le añade un gran volumen de datos y hechos históricos que nutren el periplo que comienza por las ingentes obras de restauración y consolidación de una estructura que por su emplezamiento, algo inestable y en movimiento -frágil, discreto pero constante- a lo largo de los siglos exigía de estas actuaciones inevitables y urgentes. El conjunto, en general, armonioso, hace que tanto la catedral en sí como todos los añadidos posteriores tengan valor por sí mismos a nivel arquitectónico y, por supuesto, histórico y artístico. En la parte final se sube -puede hacerse también en ascensor- hasta arriba del campanario, uno de los puntos más altos de la ciudad, para disfrutar de unas amplias panorámicas sobre Vitoria-Gasteiz que permiten ver cómo se dibujan algunas de sus calles más emblemáticas y parte esencial del casco medieval, en forma de almendra, y en buen estado de conservación.

También desde ese punto es fácil divisar una de las imágenes más reconocibles de esta urbe, conocida como la de “Las cuatro Torres” y que incluye, además de la propia de la Catedral de Santa María -ésta, incluída como parte del Patrimonio de la Humanidad desde 2015– las puntas de otras tres iglesias, góticas, como son las de San Miguel, San Vicente y San Pedro, y que tienen gran valor por sí mismas. Toda esta parte, medieval, es una de las más atractivas, tanto por su legado, edificios históricos plazas, bares y restaurantes -hay mucha ‘vidilla’- como por la existencia todavía en pie de algunos tramos de las tres murallas con las que ha llegado a contar a largo de los siglos.

De la primera y posiblemente la más interesante, del siglo XI, se conservan dos partes: una, restaurada en la década de 1960 en estilo lombardo, junto al Palacio Escoriaza-Esquivel; y una segunda, en la parte de atrás del Palacio Villa Suso. De la segunda muralla, coincidiendo con la ampliación de Vitoria hacia el oeste en el siglo XIII, aún se mantiene en pie un trozo que se encuentra dentro de la iglesia de San Pedro. Y entre todas ellas, vale la pena echarle un vistazo al que se conoce como “Rincón del Silencio”, con frases del escritor Mario Benedetti sobre la memoria y el olvido y que se ubica entre el Palacio Suso y el mirador de la muralla.

Y aún sin salir de esta zona, llaman la atención entre sus calles la infinidad y colorido de muchos de sus murales. Tanto es así que cuenta, según puede leerse en la propia web del Ayutamiento, con una ruta que establece un trazado para ir decubriéndolos. Buena propuesta, que suma el arte urbano a los muchos otros atractivos que ofrece toda esta parte de la urbe y que en esta área es muy nutrida. Fuera, de todos modos, todavía hay unas cuantas cosas por ver como pueder ser la Plaza Nueva o España, que data de 1791 y es uno de los mejores ejemplos de la Península en lo que a plazas mayores se refiere. Dibuja un cuadrado perfecto, de 61 metros de lado y con una escultura en el centro en homenaje a la “Batalla de Vitoria”, de junio de 1813 entre las tropas capitaneadas por el que sería futuro duque de Wellington y las tropas francesas, en huída, de José Bonaparte. Para los amantes de los ‘selfies’, también cuenta con lo que se describe como “escultura vegetal”.

Otras tres plazas destacadas, éstas en el meollo de Vitoria, son: las del “Machete” -que debe su nombre al utensilio cortante sobre el que históricamente juraban el cargo los representantes de la ciudad en ese punto de su trazado-; la de “Los Arquillos”, elevados para salvar el desnivel entre la parte medieval, levantada sobre una pequeña colina, y su crecimiento urbano posterior; y la “Plaza de la Burullería”, donde tradicionalmente se reunían los burulleros (tejedores de telas y paños). Razones sobran para visitar Vitoria-Gasteiz, que puede que no tenga el nombre de Bilbao o San Sebastián pero tampoco le va demasiado a la zaga. Cosas hay para ver y muy en especial, sin duda, su Catedral, que inspiró al prolífico escritor británico para continuar con una saga de extraordinario reconocimiento en su primera -y extensa, de más de mil páginas- entrega.

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