Perpiñán se convierte desde hace ya más de tres décadas y durante un par de semanas, desde finales de agosto y hasta mediados de septiembre, en el epicentro del mejor fotoperiodismo internacional. con coberturas, muchas veces, que escapan a los radares de los medios generalistas. Una de éstas, y no precisamente de las mejores desde un punto de vista estrictamente técnico o incluso compositivo, es la que hace referencia a las revueltas sociales en Irán, en las calles y muy multitudinarias, a raíz de la muerte de una chica como consecuencia de las heridas sufridas bajo custodia policial y que había sido detenida por cuestiones de indumentaria. No obstante, su valor como testimonio es de los más significativos e incuestionables. La represión fue sangrienta. Y eso queda reflejado en las imágenes captadas con móviles por personas anónimas y difundidas a través de las redes sociales. Dicha exposición se complementa con un audiovisual que pone los pelos de punta y pone sobre la mesa una realidad que, a muchos, escapan.
Otro tema que también tiene particular presencia es el de la guerra de Ucrania, con imágenes captadas por Tyler Hicks, para The New York Times, sobre los enfrentamientos por hacerse con el dominio de la población de Bakmut y que la han convertido en gran medida en escenario de la devastación, con escenas espeluznantes y que obligan a recordar que el enfrentamiento, por razones impensables, fue desencadenado por Putin en febrero de 2022. En algo más de año y medio la situación de aquel país se ha tranformado de una forma que cuesta mucho de creer.
Paolo Pellegrin, otro de los más grandes del fotoperiodismo y miembro de Magnum, gran y prestigiosa agencia creada en su momento por dos ‘gigantes’ como Capa o Cartier-Bresson, tiene su espacio particular, con una exposición que es retrospectiva de sus 30 años asistiendo al certamen, desde 1992. Fotógrafo comprometido, que profundiza en los temas y se mete a fondo, sus imágenes son fruto de mucho trabajo y de un gran y serio discurso y postulado intelectual.
Otro que también merece capítulo a parte es Brent Stirton, con un gran dominio del color y la luz y que en esta edición, con un trabajo para National Geographic, gira la cámara para centrarla en los elefantes en Asia, el cambio de sus hábitats y su interrelación con el hombre, cómo ésta va cambiando y cómo también progresivamente se pone coto a viejas costumbres en la actualidad completamente fuera de lugar y que chocan contra las sensibilidades imperantes -y cada vez más extendidas y compartidas- hoy hacia los animales. Fotografías de gran tamaño y también belleza, que no deben esconder su dimensión de denuncia.
De denuncia es también el buen trabajo de Ebrahim Noroozi y que lleva por título”: El país más triste del mundo y el peor para las mujeres”. Se trata, como no es difícil de intuir, de Afganistán y su caída drástica en barrena desde la llegada de los talibanes al poder el verano de 2021. La crisis humanitaria se agrava y es una de las más preocupantes del planeta y los recortes de las libertades sobre las mujeres hacen que sobren motivos para calificarlo como el peor del mundo para todas ellas, parte imprescindible de cualquier sociedad que quiera mirar al futuro con esperanza. Horrible honor, de imposible justificación.
Acabamos este pequeño repaso a todo lo expuesto, con los trabajos de dos fotógrafas: una ya de amplia, dilatada y reconocida trayectoria, como es Stephanie Sinclair y su proyecto sobre el nuevo contexto abierto en Estados Unidos sobre el aborto, después de las medidas aprobadas a nivel federal en los últimos años. Y otro, más amable y de gran calidad, sobre las civilizaciones aparecidas y desarrolladas a orillas del río Tigris en países como Irak, Siria y Libia, de Emily Garthwaite y ganadora de un premio Visa Oro de Perpiñán.
