Llegamos en un día frío, gris; caía algo de lluvia pero era soportable. Aún así, bajo esas condiciones atmosféricas, pocas o ninguna ciudad luce. Cuenca, en un inicio no fue una excepción pese a estar catalogada como Patromonio de la Humanidad por la Unesco desde mediados de los años noventa del siglo pasado por su “magnífica armonía entre naturaleza y paisaje urbano”. Y razones no les faltaron por entonces para otorgarle dicha distinción. A nosotros solo nos hicieron falta unas horas para que fuera anocheciendo y las luces de farolas, ventanas y comercios iluminaran unas calles que hasta ese momento nos habían parecido algo desapacibles.
Por supuesto vimos las Casas Colgadas: espacio emblemático de la ciudad, de origen confuso (hay quien las atribuye a los musulmanes y otros que consideran que son medievales, de entre los siglos XIV a XVI), que durante algún tiempo actuaron como casa consistorial y que fueron restauradas durante los años 6o del siglo XX. Cerca se encuentra el puente del siglo XVI, inicialmente de cinco arcos -de los que hoy todavía queda algo conservado- de San Pablo. En su momento, de piedra, unía el Convento de la Orden de Santo Domingo -y del que el puente hereda el nombre- con el pueblo. Deteriorado, en el siglo XIX tuvo que derruirse para entre los años 1902 y 1903 erigir el nuevo, ejemplo de la Arquitectura del Hierro de Eiffel, de 40 metros de alto y 110 de longitud. Hoy, junto con las Casas Colgadas, es uno de los lugares preferidos por los visitantes para inmortalizar su visita a Cuenca. Muchas son las familias, parejas, amigos… que reclaman sus minutos para capturar y congelar esos instantes.
Y también, al lado, destaca la Plaza Mayor, donde se encuentra el edificio del Ayuntamiento, el Convento de San Pedro pero, sobre todo, la Catedral. Nombre completo: Catedral de Santa María y San Julián. La fachada ya nos dejó con la boca abierta. Espectacular. Leemos que fue el primer templo gótico de Castilla. Su aspecto actual, pese a diferir del original, la convierte en uno de los edificios religiosos más impresionantes del país. El aspecto exterior, de estilo neogótico, data de comienzos del siglo XX después que el inicial fuera del s. XVI y que, entre medio, fuera sustituída en el siglo XVIII.
Por dentro, al entrar -requiere ticket para realizar la visita- ya se intuye por lo visto apenas en el pequeño espacio que se divisisa desde la taquilla, que merecerá la pena. Y así es. De estilo originalmente gótico, en su interior mezcla varios estilos posteriores. Pese a que por su fachada pudiera parecere relativamente pequeño, engaña. El interior es profundo y lleno de detalles y salas. El claustro, rehabilitado recientemente ofrece unas vistas al Puente de San Pablo preciosas. En general, podemos decir que no nos lo esperábamos y que a la postre y pese al tiempo que no acompañó demasiado, nos fuimos con buenas sensaciones de lo que es y representa la ciudad de Cuenca.


























