Milán

Es la segunda ciudad más grande y populosa de Italia, por detrás de Roma, y uno de los mayores símbolos del país y de su reconstrucción industrial, social y cultural tras la Segunda Guerra Mundial. Centro financiero, de la moda y del diseño, su fama internacional es el poso de muchos siglos (la fundó una tribu celta en el siglo VI a.C.) siendo uno de los grandes referentes en el continente (fue capital del Imperio Romano de Occidente entre los años 286 y 402 d.C.), con espacios y lugares espectaculares como la céntrica Piazza del Duomo o el Duomo en sí mismo -Catedral- que es el edificio gótico más grande e importante del país, de fachada de mármol blanco rosáceo, coronada por varias agujas, con la escultura de la Madonnina, que protege y vigila, en el punto más alto; y cuyo interior es también excepcional. Muy recomendable subir hasta arriba -hay varios ascensores y también escalera; todo con entrada-, por las vistas y las amplísimas panorámicas alrededor. Desde uno de los lados, llama la atención el nuevo distrito financiero trufado de rascacileos de bella y muy moderna y alta factura que se recortan sobre el horizonte, obra de algunos de los mayores arquitectos de nuestro tiempo. Seis siglos se tardaron para acabarla desde que se comenzara en el último tercio del siglo XIV.

Y entre este edificio y la Scala (Ópera de Milán y una de las más distinguidas del planeta), se encuentran las Galerías de Vittorio Emanuele II, de estilo neorrenacentista, gran exponente de la Arquitectura del Hierro y otro de los símbolos más representativos de la ciudad, que se abre con un imponente arco de triunfo, y que en la intersección entre sus dos brazos se corona a 46 metros de altura con una descomunal cúpula; dicho punto se conoce como el “Octágono”.

Por supuesto hay mucho más, como el Castllo Sforzesco, uno de los de mayores dimensiones de Europa, inicialmente de funciones defensivas como fortaleza y que en la actualidad alberga varios museos. Pero también es interesante dar un paseo por el “Quadrilatero de la Moda”, la zona de Navigli (especialmente por su vida nocturna, cafés, bares, restaurantes, entre dos canales fluviales y valorada incluso por The New York Times como uno de los paseos más agradables del Viejo Continente), la iglesia de Sant’Ambrogio, patrón de la ciudad; el Arco de la Paz, neoclásico; la Pinacoteca de Brera. O, en la iglesia de Santa Maria delle Grazie, el cuadro “La última cena”, de Leonardo, y que cada día atrae a decenas, cientos de visitantes. Este último es otro de los grandes atractivos de Milán, para el que se aconseja de forma casi imprescindible reserva previa.


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