Se suele decir que los libros son mejores que las películas. Pero es que en este caso, los films, también éste último o más reciente de Juan Antonio Bayona “La sociedad de la nieve (2023)”, son francamente buenos. Muy bien hechos. Así que para que el libro sea incluso mejor, es que tiene que ser de muy gran nivel. Lo cierto es que hay que reconocer que el trabajo realizado por el escritor británico y ganador de uno de los premios más prestigiosos de las letras británicas, el ‘Maugham Somerset Award”, Piers Paul Read, en esta edición de 1974 es realmente excelente.
Mucho de los visto en la gran y pequeña pantalla (porque también se ha podido ver desde hace tiempo en plataformas y la primera película – de 1993- en cadenas convencionales) es muy fiel a lo que se cuenta en esta obra -seguro, además, que sus directores se basarían en parte o mucho en este trabajo que tiene poco de fantasía y mucho de documento y recogida de testimonios de los supervivientes, familiares y amistades-. Se cuenta, por lo tanto, el accidente aéreo de un vuelo chárter salido del aeropuerto de Montevideo y con destino a Santiago de Chile, a 3.500 metros de altitud en los Andes, de un equipo amateur de rugby y todos sus acompañantes. Del accidente y días posteriores -los supervivientes estuvieron más de 70 días en condiciones terribles y en una zona sin fauna ni vegetación y a temperaturas que podían llegar a superar los 30 grados bajo cero- solo volvieron con vida 16 de los que viajaban en aquel avión.
Alrededor de un tercio fallecieron, ocho de ellos cuando creían que lo peor ya había pasado en un alud nocturno y algunos otros -tres- lo harían por causa de las heridas sufridas, el hambre y el frío. Su historia es conocida, sobre todo, por lo increíble de haber conseguido sobrevivir en unas condiciones tan extremas, conocedores además por un transistor que se había abandonado su búsqueda, y por la compleja decisión, en dichas circunstancias, de alimentarse de los cuerpos de los compañeros fallecidos. Toda esa parte es la que en este libro, de más de 300 páginas, se conoce y se toca con más profundidad que en las películas, sin entrar en el terreno de lo escabroso ni el morbo pero sin eludir las partes más duras o crudas de lo sucedido. Algo, lógicamente, que en la gran pantalla aparece pero que se hace con la sensibilidad y el pudor y respeto requeridos por unos hechos y comportamientos tan extraordinariamente delicados.
Otro ámbito que adquiere también bastante peso en la obra de Paul Read es el espritual, tratándose como fue el caso de un grupo de personas procedentes mayoritariamente de clases más o menos acomodadas y colegios religiosos e ideologías tradicionales -aunque con algunas excepciones-. La presencia de Dios y las referencias o pensamientos sobre él son recurrentes y casi lógicos o de esperar de unas personas llevadas a unas experiencias en los límites de la vida. Las contradicciones y los comportamientos surgidos de entre el colectivo y por parte de algunos de sus miembros -tanto en sentido positivo como negativo- construyen un mosaico que prácticamente podría actuar como reflejo universal de lo humano.

Y acabamos este pequeño repaso a este muy logrado y trabajado documento haciendo alusión a otro de los aspectos menos tratados en los films: la parte que corresponde a las reacciones de las familias, allegados y autoridades al saber del accidente producido el viernes 13 de octubre de 1972. En algunos casos, los esfuerzos fueron ingentes tanto desde un punto de vista personal como de recursos económicos. Incluso se buscó consejo, como tampoco parece extraño, mediante consultas insistentes y serias a personas con supuestas capacidades parapsicológicas. Alguno de los contactados, de fama internacional y colaboración con universidades y centros de cierto prestigio, trataron de orientar a algunos de esos familiares sobre el posible paradero del avión perdido en los Andes chilenos. Hay que decir que sin demasiado éxito y en contraposición a otros parientes que recabaron toda la información diposible y lo que la ciencia les indicaba para peinar las partes montañosas aparentemente más próximas al siniestro.
Al final, como ya se sabe, fueron ellos mismos los protagonistas de su salvación: dos de ellos, en una expedición de gran riesgo y casi milagrosa, lograron en condiciones muy adversas llegar a contactar con pastores chilenos, que dieron el aviso a las autoridades para poco después ser rescatados por turnos y no sin peligro para acceder al lugar del accidente. La suma de alguna de las dos películas junto con este libro se complementan para trasladar al lector y espectador la realidad de una aventura con mucho de tragedia pero también de resiliencia, esperanza, ingenio, solidaridad, compañerismo pero también muchos otros sentimientos y matices complejos inherentes a la esencia del ser humano. //
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