Se la esperaba y llegó con una virulencia incluso mayor de la prevista (enero de 2020). Le costó arrancar pero una vez lo hizo, la borrasca “Gloria” dejó grandes y serios destrozos en la Península, Catalunya y, también, en Barcelona. Por suerte, en la capital catalana no hubo que lamentar víctimas mortales pero sus efectos se calculan en cientos de miles de euros, especialmente sobre mobiliario urbano (la escultura “David y Goliat”, en la Vila Olímpica, con papel destacado y lamentable -se vino abajo-). En las playas, el escenario era desolador. El agua, las olas y el poderoso e indomable viento arrasaron con todo. Hacía años que no se vivía ni veía un panorama parecido. Según los expertos, puede haber sido el peor temporal de este siglo XXI. En el conjunto del estado el número de fallecidos supera la decena. En el Delta del Ebre su impacto ha sido demoledor, como también en toda la cuenca del río Ter, con inundaciones inesperadas y los embalses al límite e, incluso, por encima de su capacidad.

















