La poblacion de Nepal, a la práctica y en el día a día (por lo menos en la época en que yo visité el país, en 2009), sigue todavía rigiéndose por el sistema de castas, habitual en las sociedades hindúes pese a que por ley está derogada y no debiera practicarse ni en ese país ni tampoco en su vecina, India. Esto hace que en lo más bajo se encuentren los dhalits, condenados – y éste probablemente sea el término que más se ajuste a su realidad cotidiana- a realizar las tareas más desagradables, incómodas y mal pagadas de su rudimentaria economía, llevándoles a vidas muy duras y difíciles en un país ya de por sí con una renta per cápita de las más bajas del mundo (pese al potente turismo alpino en la zona del Himalaya, pero esa es otra historia). Así que los niños que pertenecen a esas familias se ven obligados y, muchas veces también en la necesidad, de trabajar a muy temprana edad, dejando el colegio, y siendo -sin que nada pueda ni deba justificarlo- sufrir abusos tanto en el hogar como fuera, con serios problemas de alcoholismo sobre todo por parte de sus padres varones. Varias ONG’s trabajan en este ámbito. En el momento de mi visita al país, pude echar un vistazo a los proyectos, muy meritorios, de la Fundación Vicky Sherpa, que un tiempo más tarde se vio forzada, por razones diversas a abandonar el país.