Puede que el titular sea algo exagerado pero, puntualizando, solo algo. Lo cierto es que Múnich como capital del estado federado alemán más rico del país, Baviera, aparece una y cien veces en los discursos de infinidad de políticos, especialmente europeos aunque también de muchos otros países, como modelo de desarrollo y prosperidad a seguir. En una rápida búsqueda por Internet sobre la ciudad salen apenas cuatro o cinco elementos, lugares o motivos destacados para visitarla.
La realidad es que Múnich ofrece mucho más, al margen por supuesto de su gran crecimiento en poco tiempo tras los efectos de la Segunda Guerra Mundial. Destaca la Residenz, real, que funcionó durante cinco siglos; el Jardín Inglés, enorme parque con poco que envidiar a otras referencias mundiales; el edificio y fachada espectacular y ultrarrecargada aunque elegante y con cierta gracia del Ayuntamiento; toda la parte colindante, peatonal y donde se ubica un mercado urbano variado y que con el paso de los años se amplió e incluso cambió de ubicación. También, por supuesto, sus tranvías, calles, gentes… O su sabrosa y fantástica cerveza.