La capital catalana ha estado irreconocible este verano. La pandemia, desconfinamiento y rebrotes han tenido un impacto brutal sobre el aspecto de la ciudad. Las recomendaciones internacionales de evitar viajar a España, y en particular a Catalunya -con Barcelona y la zona del Segriá como zonas más sensibles-, han hecho que las cifras de turistas se hayan reducido a la mínima expresión. Zonas como la de la Catedral, la Sagrada Familia, Las Ramblas, el Mercat de la Boquería, el casco antiguo o el Paseo de Gracia lucían prácticamente vacías. Según datos del gremio de Hoteles de Barcelona, un 75% de los hoteles decidieron no abrir, y los que lo hicieron aplicaron rebajas del 50% sobre los precios. De las más de 30.000 personas ocupadas en el sector, solo un 10% volvió este verano a sus puestos de trabajo.
En la Sagrada Familia han contabilidado una media de 2.000 visitantes los fines de semana -entre las dos jornadas, que es cuando han abierto-. El año pasado, en estas mismas fechas, las cifras superaban las 15.000 personas diarias. El sector pide un plan de rescate de un mínimo de 450 millones de euros. El turismo representa en Catalunya cerca del 12% del PIB.